Itxas-Buru (Hernani): Enero 25, 2023

Continuamos con el XXX Aniversario de las Kupelas Asesinas, volviendo a Itxas-Buru, que no visitábamos juntos desde 2015. Por cierto, vamos los mismos que entonces.

Asistentes: Edu y Nesss.

Previo

Tras currar, acabamos la crónica de la sidrería anterior para hacer tiempo (acordamos no llegar tan puntuales como a la del lunes) y distinguir las que hacemos en límite 48 horas. Con dudas sobre el tiempo, llevamos sendos paraguas. Hacemos una parada técnica en el Pedro Mari, sorpresivamente ambientado por las fuerzas vivas del municipio. Edu chincha a Nesss para que diga algo a su alcalde, pero Nesss rechaza la moción. Vamos andando bajo el sirimiri al principio, luego escampa y al final sí que llueve de verdad por lo que los paraguas no sobraron.

Sidrería

Llegamos a la sidrería cuyo edificio hay que bordear para entrar, con subidas y bajadas de 30 grados. No podían poner un atajo para peatones, no; está pensado para los coches y entrar por el parking. Un sitio para comer (que Edu enseguida señaló que tenía más luz que en 2015, lo que luego confirmaron), la cocina al frente, una puerta que había que dejar cerrada que ocultan cuatro escalones para llegar a otra estancia para beber de las 8 kupelas de madera (todas con grifo y numeradas), y finalmente otro sitio bajo llave (abierto más tarde por los casheros para los txotxes) con 6 kupelas metálicas numeradas. Inicialmente nos ponen en una mesa para dos junto a la cocina, pero al ver que íbamos a ser los únicos de la sidrería que no se iban a sentar,nos propusieron cambiarnos a otra mesa larga que levantaron con unos calzos que dejaban la mesa unos 10 cm más alta, mejor para comer de pie. Esa buena costumbre no la han perdido.

Con la comida practicamos la sana costumbre de beber de varias kupelas cada vez, para no quemarnos, pese a la insistencia de los casheros de ir a por la comida, que ya frenamos adecuadamente, y que nunca la encontrábamos fría, lasai. Hubo cazuelita de 2 txoricillos a la sidra, luego una tortilla de bacalao (de buen tamaño pero no tanto como la del lunes), muy rica la cazuela de tajadas de tamaño medio de bakalao con pimiento rojo y verde y huevo cocido en salsa (la próxima vez llevamos tupper para la salsa sobrante, aunque hubo muchos barquitos), y el txuletón de 800 gramos (ya cortado y con patatas fritas (!!) pero rico). De postre, dos tipos de quesos, membrillo, tejas, y cigarrillos, y sin nueces, por razones que nos explicaron bien, pero que tampoco echamos de menos. Comimos bien, bebimos mucho y nos costó 83,20 euros (41,60 cada). Todo bien detallado en la factura, la txuleta a 39€/kilo, 2€ más barata que en la del lunes; cobrar por peso intimida tanto que no queda ánimo, aunque sí apetito, para pedir una segunda.

La recepción en la mesa inicial nos dejó un poco fríos porque el cashero joven nos sirvió para probar en copa la sidra monovarietal de botella que hacen últimamente. La bebimos, tiramos sendas fotos demostrando que somos capaces de probar lo que sea que nos den gratis, pero sinceramente no nos gustó y nos dedicamos a las kupelas. En las mesas también nos pusieron la carta. Pero ya habíamos hablado de lo que íbamos a tomar en cuanto hicimos la reserva y poco más podíamos decir.

La sidra estaba bastante bien en general para la época del año en que estamos. Entre las kupelas de madera, destacan por buenas la 1, la 3, y la 7, y por mala la 2, y el resto de las de numeración par, pero bebemos de todas, repitiendo en unas cuantas de ellas (de numeración impar, claro). Consultada el acta de 2015, comprobamos que se repite el mismo patrón. En cuanto a las metálicas, nos gustan todas, todas, y acaban siendo de las que más bebemos, cada una con su personalidad. Así que tras probar todas, nos acabamos instalando en la zona de las metálicas.

En las otras mesas hay dos parejas que apenas se levantaron (bebían de botella de sidra en cubitera), tres tipos muy discretos pero que berreaban cada vez que iban donde las kupelas de madera, y otra mesa de tres donde Nesss conoce a uno al que saluda cuando pasa a nuestro lado. "Ay, es que creía que érais gabatxos, no había mirado bien", nos dice. Con los de esta mesa es con quienes acabamos socializando durante los txotxes, además de con los casheros, tio y sobrino. Se nota mucho, mucho (y más tras la experiencia del lunes) cuando son los casheros los que nos atienden. Grandes charlas con ambos. De hecho, se vació la sidrería, se fue todo el mundo, y ahí estuvimos de charleta con el sobrino hasta que, sorprendidos al ver que ya eran las 00:35, decidimos que ya tocaba pagar y dejarle descansar.

Epílogo

Vuelta a casa andando con los paraguas en la mano, sin necesidad de abrirlos esta vez. No pasamos por el Kaxko: alguno trabajaba al día siguiente y no había necesidad de corroborar si, como nos dijo el cashero, había bares abiertos, o no, que era lo que nos temíamos. En resumen, que hay que intentar ir a sidrerías donde atienden los propios casheros. Pero si no hay relevo, vamos a seguir perdiendo algunas más que Mina y Setien (estuvo bien haberlas conocido). Gloria a su recuerdo!